En Los Hermanos Karamazov, la novela de Dostoievski, uno de los
hermanos cuenta una historia sobre el encuentro entre el Gran Inquisidor y
Jesús, quien ha regresado a la tierra en el siglo xv y ha sido nuevamente
condenado a muerte.
Mientras esperan que Jesús sea
ejecutado, el Gran Inquisidor lo reprocha por haber cometido el error de
ofrecerle a los hombres una libertad que no querían o con la que no sabían qué
hacer. Más aún, reprende a Jesús por no haber pensado políticamente y, por
ende, haber sido incapaz de apreciar la verdadera naturaleza del ser humano: su
necesidad de ser dominado. Por suerte, continúa el Gran Inquisidor, la Iglesia
si ha sabido captar las enseñanzas de Jesús de la manera más exacta posible: el
hombre encuentra su libertad al ser dominado. Consecuentemente, añade el Gran
Inquisidor, la Iglesia trata al hombre como realmente debió haberlo tratado
Jesús, es decir, como un ser cómodo, débil y necesitado de dirección y
dominación.
El Gran Inquisidor le aclara a Jesús
que este trabajo, predicar conscientemente
lo opuesto a sus enseñanzas, no es tarea sencilla pues implica aceptar la “carga
moral del engaño consciente”, pero lo hace porque es la única manera de poder
realmente alcanzar el fin supremo o último que Jesús quiso pero no pudo lograr:
liberar al hombre; libertad que solo obtiene al perder la capacidad y/o
posibilidad de decidir por sí mismo y vivir sin ataduras. Por ello, concluye el
Gran Inquisidor, a él y a la Iglesia en general no les queda otra opción que
colaborar “con el sistema de las necesidades—pan, orden, fuerza, ley—que hace a
los hombres manejables”.
Para el filósofo alemán Peter
Sloterdijk, el Gran Inquisidor de Dostoievski es el arquetipo del cínico
moderno. Como señala en su Crítica de la razón cínica, para el cínico moderno todo se convierte en medio pues el fin
siempre los justifica. Por ello, engañar en nombre de una “verdad” o un fin
supuestamente ulterior no es contradictorio; es, más bien, el “sacrificio”
último que están dispuestos a hacer por el supuesto
bien de todos. (Vale aclarar que el cinismo moderno no tiene nada,
absolutamente nada que ver con el Cinismo clásico de Crates, Hiparquía y,
principalmente, Diógenes).
Lo que Sloterdijk llama la “falsa conciencia ilustrada” del cínico moderno es lo que le permite actuar como si no supiera sobre la naturaleza
fabricada de sus creencias y opiniones; como
si no supiera de las posibles nefastas consecuencias de sus actos y
decisiones; como si no supiera que
detrás de cualquier supuesto valor o verdad universal hay siempre un interés
particular y puntual. Todo esto, claro está, con la finalidad de lograr el
beneficio propio o reproducir relaciones políticas, sociales, económicas y/o
culturales que le son ventajosas. Por ello, el cínico actúa siempre desde una
posición de poder, ya sea como parte integral de este, como aliado o como
aspirante a ostentarlo.
En la novela Muertos Incómodos: falta lo que falta, escrita por Marcos y Paco
Ignacio Taibo II, uno de los personajes, un tal Morales acusado de estar
involucrado en una serie de crímenes y negocios ilícitos perpetrados por el
estado mexicano, retrata a cabalidad la subjetividad de los grandes, cínicos y
abundantes inquisidores modernos. Dice Morales: “No es que
uno sea cínico, sino realista. Y la verdad es que si no chingas, entonces te
chingan a ti. Claro que hago negocios, y no me vengan ahora con tonterías de
ética y justicia porque todos los negocios son sucios, siempre se trata de
comprar barato y vender caro. ¿O cómo
creen que se hicieron las grandes fortunas de los hombres y mujeres más
respetados de México y del mundo? Todo se compra y se vende: le tierra, el
cuerpo, la conciencia, la Patria. Sí, bueno, no siempre compré. Sí, arrebaté,
despojé, pero si no era yo iba a ser otro… ¿Traicioné? Depende de cómo lo vea
uno. Según yo, sólo cambié de paradigma, y eso lo hacen todos en todo el mundo,
nomás que le dicen “madurar”, “realismo”, “sensatez”. ¿Maté? Pues sí, pero es
que uno no puede ascender sin mancharse las manos (…) ¿Engañé? No más que
cualquiera de los políticos o empresarios. Bueno, es que hay niveles. O sea que
en esto de la maldad hay amateurs y profesionales. Yo soy de los profesionales,
pero empecé como amateur. Y no pierdo la esperanza de entrar a las grandes ligas,
o sea entrarle a la política y quien quita y hasta llego a presidente de la
República. Si ya otros lo han hecho, no veo por qué yo no (…) ¿Qué si le tengo
miedo a la justicia? No me haga reír, ¿qué no ha entendido que nosotros somos
la justicia?”
Le dejo a Usted,
amable y conspicuo lector, la tarea de ponerles nombre y apellido a los numerosos
cínicos modernos locales: los Grandes Inquisidores de la política, la economía,
la cultura, la religión nacional. Los hay de derechas y de izquierdas, de bien
arriba y de bien en medio; los que en nombre de la democracia decretan estados de excepción; los que se auto-denominan creadores de empleos y oportunidades
pero cada día pagan peores salarios y menos impuestos; los que prometen a
incautos desesperados volver a caminar y gozar de las bendiciones del Señor por
un diez por ciento de sus ingresos mensuales; los que…
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