7.30.2013

Grandes y cínicos inquisidores


En Los Hermanos Karamazov, la novela de Dostoievski, uno de los hermanos cuenta una historia sobre el encuentro entre el Gran Inquisidor y Jesús, quien ha regresado a la tierra en el siglo xv y ha sido nuevamente condenado a muerte.

Mientras esperan que Jesús sea ejecutado, el Gran Inquisidor lo reprocha por haber cometido el error de ofrecerle a los hombres una libertad que no querían o con la que no sabían qué hacer. Más aún, reprende a Jesús por no haber pensado políticamente y, por ende, haber sido incapaz de apreciar la verdadera naturaleza del ser humano: su necesidad de ser dominado. Por suerte, continúa el Gran Inquisidor, la Iglesia si ha sabido captar las enseñanzas de Jesús de la manera más exacta posible: el hombre encuentra su libertad al ser dominado. Consecuentemente, añade el Gran Inquisidor, la Iglesia trata al hombre como realmente debió haberlo tratado Jesús, es decir, como un ser cómodo, débil y necesitado de dirección y dominación.

El Gran Inquisidor le aclara a Jesús que este trabajo, predicar conscientemente lo opuesto a sus enseñanzas, no es tarea sencilla pues implica aceptar la “carga moral del engaño consciente”, pero lo hace porque es la única manera de poder realmente alcanzar el fin supremo o último que Jesús quiso pero no pudo lograr: liberar al hombre; libertad que solo obtiene al perder la capacidad y/o posibilidad de decidir por sí mismo y vivir sin ataduras. Por ello, concluye el Gran Inquisidor, a él y a la Iglesia en general no les queda otra opción que colaborar “con el sistema de las necesidades—pan, orden, fuerza, ley—que hace a los hombres manejables”.

Para el filósofo alemán Peter Sloterdijk, el Gran Inquisidor de Dostoievski es el arquetipo del cínico moderno. Como señala en su Crítica de la razón cínica, para el cínico moderno todo se convierte en medio pues el fin siempre los justifica. Por ello, engañar en nombre de una “verdad” o un fin supuestamente ulterior no es contradictorio; es, más bien, el “sacrificio” último que están dispuestos a hacer por el supuesto bien de todos. (Vale aclarar que el cinismo moderno no tiene nada, absolutamente nada que ver con el Cinismo clásico de Crates, Hiparquía y, principalmente, Diógenes).

Lo que Sloterdijk llama la “falsa conciencia ilustrada” del cínico moderno es lo que le permite actuar como si no supiera sobre la naturaleza fabricada de sus creencias y opiniones; como si no supiera de las posibles nefastas consecuencias de sus actos y decisiones; como si no supiera que detrás de cualquier supuesto valor o verdad universal hay siempre un interés particular y puntual. Todo esto, claro está, con la finalidad de lograr el beneficio propio o reproducir relaciones políticas, sociales, económicas y/o culturales que le son ventajosas. Por ello, el cínico actúa siempre desde una posición de poder, ya sea como parte integral de este, como aliado o como aspirante a ostentarlo.

En la novela Muertos Incómodos: falta lo que falta, escrita por Marcos y Paco Ignacio Taibo II, uno de los personajes, un tal Morales acusado de estar involucrado en una serie de crímenes y negocios ilícitos perpetrados por el estado mexicano, retrata a cabalidad la subjetividad de los grandes, cínicos y abundantes inquisidores modernos. Dice Morales: “No es que uno sea cínico, sino realista. Y la verdad es que si no chingas, entonces te chingan a ti. Claro que hago negocios, y no me vengan ahora con tonterías de ética y justicia porque todos los negocios son sucios, siempre se trata de comprar barato y vender caro.  ¿O cómo creen que se hicieron las grandes fortunas de los hombres y mujeres más respetados de México y del mundo? Todo se compra y se vende: le tierra, el cuerpo, la conciencia, la Patria. Sí, bueno, no siempre compré. Sí, arrebaté, despojé, pero si no era yo iba a ser otro… ¿Traicioné? Depende de cómo lo vea uno. Según yo, sólo cambié de paradigma, y eso lo hacen todos en todo el mundo, nomás que le dicen “madurar”, “realismo”, “sensatez”. ¿Maté? Pues sí, pero es que uno no puede ascender sin mancharse las manos (…) ¿Engañé? No más que cualquiera de los políticos o empresarios. Bueno, es que hay niveles. O sea que en esto de la maldad hay amateurs y profesionales. Yo soy de los profesionales, pero empecé como amateur. Y no pierdo la esperanza de entrar a las grandes ligas, o sea entrarle a la política y quien quita y hasta llego a presidente de la República. Si ya otros lo han hecho, no veo por qué yo no (…) ¿Qué si le tengo miedo a la justicia? No me haga reír, ¿qué no ha entendido que nosotros somos la justicia?”

Le dejo a Usted, amable y conspicuo lector, la tarea de ponerles nombre y apellido a los numerosos cínicos modernos locales: los Grandes Inquisidores de la política, la economía, la cultura, la religión nacional. Los hay de derechas y de izquierdas, de bien arriba y de bien en medio; los que en nombre de la democracia decretan estados de excepción; los que se auto-denominan creadores de empleos y oportunidades pero cada día pagan peores salarios y menos impuestos; los que prometen a incautos desesperados volver a caminar y gozar de las bendiciones del Señor por un diez por ciento de sus ingresos mensuales; los que…


Publicado en Plaza Pública - 20 de julio, 2013

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