12.10.2012

En la región más autoinmune

Hace unos días, Javier Payeras compartió con un grupo de amigos un reciente post de su blog El Intruso en el cual se refiere a la región centroamericana como la Región Invisible.

En su post, Payeras lamenta el abandono y, sobretodo, ninguneo de la producción cultural e intelectual de la región centroamericana y propone que “el diálogo entre nosotros, los invisibles, [es el] único y mejor medio para hacer notorio nuestro presente”. En la conversación que se dio surgieron propuestas para intentar remediar esta situación, mismas que pasaban por publicar blogs, revistas y antologías, organizar espacios de diálogo e intercambio y hacer una revisión histórica que permita delinear el presente. Todas estas propuestas son no solo loables sino necesarias pero, como alguien mencionó, sería necesario pensar, antes que nada, qué implica ser “invisible”: ¿invisible para qué o quién?. Y también: ¿por qué, para qué y para quién ser visibles? ¿Es ser visible sinónimo de ser mercadeable o ser visible implica el deseo de que la producción cultural (literatura, pintura, performance, instalación, cine, escultura, etc.) y su dimensión crítica sean tomadas en cuenta?

La pregunta de fondo que plantea Javier en su blog pareciera ser, ¿cuál es el rol que le toca desempeñar a la cultura en nuestra contemporaneidad? O, en otras palabras, ¿qué papel le toca desempeñar al arte y al artista dentro de la cada vez más especializada y fragmentada división del trabajo del capitalismo avanzado: financiero, global y neoliberal? Y, como corolario, ¿es posible, aún, pensar en un arte crítico que permita pensar en un afuera o un más allá de la santísima trinidad estado-capitalismo-mercado? ¿Es posible, en última instancia, que el valor de uso del arte esté por encima de su valor de cambio?

En una columna que escribió hace unas semanas en el Periódico a raíz de esta misma conversación, Rosina Cazali sostenía que “en estos tiempos no geográficos, el autoestigma de la invisibilización de Centroamérica es como quedarse cobijados dentro de una cárcel sin muros”. Argumentaba, con razón, que el arte y la producción cultural centroamericana es más visible más allá de la región que dentro de la misma, es decir, que lo hecho en centroamericana interesa y es tomada en cuenta fuera de la región pero no lo es dentro. De igual manera, ciertos artistas y cierta producción cultural ha trascendido las fronteras regionales y tomada en serio en otras latitudes pero no dentro de la región misma. En pocas palabras, el arte y la producción cultural de la región centroamericana es, para los propios centroamericanos, esencial y mayormente irrelevante. La pregunta obvia es, ¿por qué es la región centroamericana tan poco propensa a pensarse y verse reflejada en la producción artística, tan poco tolerante con la crítica y la duda?

Pareciera ser que la relación arte-política-sociedad en Centroamérica es siempre, a nivel teórico, una reacción autoinmune. En el cuerpo humano, la reacción autoinmune se da cuando el sistema inmunológico del mismo decide que ciertos tejidos o células del cuerpo son patógenas y las ataca para eliminarlas; es decir, el sistema inmune ataca las mismas células y tejidos que debería proteger. En este sentido, cualquier acto u obra crítica artística, intelectual, social, etc. alerta inmediatamente al sistema inmune de la sociedad: el ejército, la policía y el estado mismo, por supuesto, pero también la atávica élite empresarial, los dogmáticos y ridículos grupos religiosos que monitorean los niveles para ellos ofensivos de las esculturas, y la misma estructura patriarcal, racista y heteronormativa de la sociedad, entre otros. Y son estos, cuál relación autoinmune, los que asumen para sí la potestad de decidir si atacan su propio cuerpo para silenciar o extirpar aquellos elementos, células o tejidos que consideran peligrosos. 

Es quizás en este sentido que deberíamos plantear la invisibilidad de la producción cultural e intelectual de la que habla Javier en su post. Es una invisibilidad paradójica pues si bien es invisible para el resto del cuerpo, es excesivamente visible para el sistema inmunológico del mismo. Es, también, una invisibilidad aporética: si busca hacerse más visible dentro del sistema inmunológico existente puede ser silenciada, eliminada o convertida en pura mercancía; pero, si persiste en su invisibilidad conserva su potencial dimensión contestataria y crítica incluso si ésta, las más de las veces, no logra trascender más allá del grupo mismo que la postula y simplemente se diluye, cómo le sucede a muchos blogs, revistas, publicaciones impresas o espacios de diálogo que son, para el conjunto de la sociedad, esencialmente inexistente y/o irrelevantes. 

La pregunta pareciera ser, entonces, ¿cómo lograr que el arte y la producción cultural centroamericana sea visible sin dejar de ser invisible? ¿Es posible, acaso, cambiar el sistema inmune o producir uno nuevo desde esta invisibilidad paradójica y aporética? ¿Es deseable que sea posible?

Publicado en PlazaPública – 1 de diciembre, 2012

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