En su post, Payeras lamenta el abandono y, sobretodo, ninguneo
de la producción cultural e intelectual de la región centroamericana y propone
que “el diálogo entre nosotros, los invisibles, [es el] único y mejor medio
para hacer notorio nuestro presente”. En la conversación que se dio surgieron
propuestas para intentar remediar esta situación, mismas que pasaban por
publicar blogs, revistas y antologías, organizar espacios de diálogo e
intercambio y hacer una revisión histórica que permita delinear el presente. Todas
estas propuestas son no solo loables sino necesarias pero, como alguien
mencionó, sería necesario pensar, antes que nada, qué implica ser “invisible”:
¿invisible para qué o quién?. Y también: ¿por qué, para qué y para quién ser
visibles? ¿Es ser visible sinónimo de ser mercadeable o ser visible implica el
deseo de que la producción cultural (literatura, pintura, performance,
instalación, cine, escultura, etc.) y su dimensión crítica sean tomadas en
cuenta?
La pregunta de fondo que plantea Javier en
su blog pareciera ser, ¿cuál es el rol que le toca desempeñar a la cultura
en nuestra contemporaneidad? O, en otras palabras, ¿qué papel le toca
desempeñar al arte y al artista dentro de la cada vez más especializada y fragmentada
división del trabajo del capitalismo avanzado: financiero, global y neoliberal?
Y, como corolario, ¿es posible, aún, pensar en un arte crítico que permita
pensar en un afuera o un más allá de la santísima trinidad estado-capitalismo-mercado?
¿Es posible, en última instancia, que el valor de uso del arte esté por encima
de su valor de cambio?
En una columna que escribió hace unas semanas en el
Periódico a raíz de esta misma conversación, Rosina Cazali sostenía que “en
estos tiempos no geográficos, el autoestigma de la invisibilización de
Centroamérica es como quedarse cobijados dentro de una cárcel sin muros”.
Argumentaba, con razón, que el arte y la producción cultural centroamericana es
más visible más allá de la región que dentro de la misma, es decir, que lo
hecho en centroamericana interesa y es tomada en cuenta fuera de la región pero
no lo es dentro. De igual manera, ciertos artistas y cierta producción cultural
ha trascendido las fronteras regionales y tomada en serio en otras latitudes
pero no dentro de la región misma. En pocas palabras, el arte y la producción
cultural de la región centroamericana es, para los propios centroamericanos,
esencial y mayormente irrelevante. La pregunta obvia es, ¿por qué es la región
centroamericana tan poco propensa a pensarse y verse reflejada en la producción
artística, tan poco tolerante con la crítica y la duda?
Pareciera ser que la relación arte-política-sociedad
en Centroamérica es siempre, a nivel teórico, una reacción autoinmune. En el
cuerpo humano, la reacción autoinmune se da cuando el sistema inmunológico del mismo
decide que ciertos tejidos o células del cuerpo son patógenas y las ataca para
eliminarlas; es decir, el sistema inmune ataca las mismas células y tejidos que
debería proteger. En este sentido, cualquier acto u obra crítica artística,
intelectual, social, etc. alerta inmediatamente al sistema inmune de la
sociedad: el ejército, la policía y el estado mismo, por supuesto, pero también
la atávica élite empresarial, los dogmáticos y ridículos grupos religiosos que monitorean
los niveles para ellos ofensivos de las esculturas,
y la misma estructura patriarcal, racista y heteronormativa de la sociedad,
entre otros. Y son estos, cuál relación autoinmune, los que asumen para sí la
potestad de decidir si atacan su propio cuerpo para silenciar o extirpar aquellos
elementos, células o tejidos que consideran peligrosos.
Es quizás en este sentido que deberíamos plantear la
invisibilidad de la producción cultural e intelectual de la que habla Javier en
su post. Es una invisibilidad paradójica pues si bien es invisible para el
resto del cuerpo, es excesivamente visible para el sistema inmunológico del
mismo. Es, también, una invisibilidad aporética: si busca hacerse más visible
dentro del sistema inmunológico existente puede ser silenciada, eliminada o
convertida en pura mercancía; pero, si persiste en su invisibilidad conserva su
potencial dimensión contestataria y crítica incluso si ésta, las más de las
veces, no logra trascender más allá del grupo mismo que la postula y
simplemente se diluye, cómo le sucede a muchos blogs, revistas, publicaciones
impresas o espacios de diálogo que son, para el conjunto de la sociedad,
esencialmente inexistente y/o irrelevantes.
La pregunta pareciera ser, entonces, ¿cómo lograr que
el arte y la producción cultural centroamericana sea visible sin dejar de ser
invisible? ¿Es posible, acaso, cambiar el sistema inmune o producir uno nuevo
desde esta invisibilidad paradójica y aporética? ¿Es deseable que sea posible?
Publicado en PlazaPública – 1 de diciembre, 2012
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