7.17.2008

Verano

Un calor extraño. Al menos para estas latitudes. Julio. 2008. Más de la mitad de otro año ya transcurrido. ¿Y en qué quedamos? ¿Nos quedamos? O abrimos la puerta a otras perspectivas, a otras visiones, a otras formas de ver las cosas. Dicen que el verano está hecho para leer. Para leer aquello que no se pudo leer en tiempo ordinario. Pero, ¿es realista pensar que se puede realmente leer teoría, y de la pesada, con treinta y tres grados celcius, las calles llenas de chicas con pocas ropas y un ambiente festivo, por no decir pandemónico? ¿Es acaso posible concentrarse enteramente en un retorcido texto derridiano, en un poético y elusivo texto benjaminiano, en un sesudo análisis marxiano o, quizás, en un delirante ensayo deleuziano, por nombrar sólo algunas de las casi infinitas posibilidades? ¡No! El verano es para leer literatura y perderse en metáforas lingüisticas, en divagaciones sentimentales, en historias entretenidas y, quizás, provocativas; en las pusilánimes divagaciones de un anti-héroe kafkiano, en las múltiples dimensiones del humano dostoevskiano, en las sublimes reflexiones sobre el amor y el tiempo proustiano, en las fantásticas elucubraciones bulgakovianas... Después de leer mucho (nunca suficiente, nunca demasiado) de lo contemporáneo (por nombrarlo de un modo diligente) he decidido ir a lo clásico, ir a lo ya comprobado: Proust, Dostoevsky, Joyce, Flaubert, Balzac, Dante, Cioran, Tolstoi, Faulkner... Tengo la ligera sospecha que ahí está todo, que con ellos (y otros no mencionados) se agotó la novela. Lo demás han sido, son y serán variaciones; geniales, buenas, mediocres, malas, pésimas, pero variaciones en última instancia. Y no sólo para entender o descifrar en qué radica la magia de la novela, en qué radica la magia del escribir sino también, y hoy por hoy de manera más perentoria, para calmar la cabeza; para ayudar a que el cerebro deje de volar por indómitos paisajes y escenarios; para ponerlo de algún modo, dejar de pensar activamente y trasladarnos al delicioso sopor del pensamiento pasivo; para ver si de una vez por todas el verano termina, el calor se retira, el tiempo libre disminuye y la pacífica nieve lo vuelve a cubrir todo con su manto blanco, homogenizante, estertóreo, casi sublime. Para ver, pues, si las diferencias son salvables, si el sol se anima finalmente (sé que lo ha pensado) a salir por el poniente.

No comments:

Post a Comment